Las migajas políticas empobrecen más a los pueblos, mientras otros, políticos y comunicadores se lucran

En lugar de utilizar sus plataformas para promover el cambio y la justicia social, algunos optan por respaldar prácticas populistas que benefician a ciertos políticos a costa de los más vulnerables
Por Alan Vargas, alanvargas01@gmail.com
La pobreza en la República Dominicana es un problema persistente que afecta a millones de ciudadanos, limitando su acceso a recursos básicos como educación, salud, alimentación y vivienda. A pesar de los avances económicos en las últimas décadas, la desigualdad sigue siendo un desafío significativo, con una gran parte de la población viviendo en condiciones precarias. Este fenómeno no solo refleja una falta de oportunidades, sino también una estructura social y política que perpetúa la exclusión.
Uno de los aspectos más preocupantes de la pobreza en el país es cómo algunos políticos la utilizan como herramienta para obtener beneficios electorales. En lugar de implementar políticas sostenibles que promuevan el desarrollo y la equidad, recurren a prácticas populistas que ofrecen soluciones temporales y superficiales. Estas «migajas», como se les llama comúnmente, incluyen la entrega de alimentos, materiales de construcción y dinero en efectivo, especialmente durante campañas electorales.

La diputada Leyvi Bautista ha sido señalada por algunos sectores como un ejemplo de estas prácticas. Aunque ha promovido iniciativas para el liderazgo femenino y la inclusión, también ha sido criticada por aprovecharse de la vulnerabilidad de los más desposeídos para consolidar su posición política. Este tipo de acciones no solo perpetúan la pobreza, sino que también socavan la confianza en las instituciones democráticas.
El impacto de estas prácticas es devastador. En lugar de empoderar a las comunidades y fomentar su desarrollo, las migajas crean una dependencia que limita la capacidad de los ciudadanos para salir de la pobreza. Además, estas acciones desvían recursos que podrían ser utilizados en programas más efectivos y sostenibles.
La pobreza en la República Dominicana también tiene raíces estructurales. La falta de inversión en educación y salud, la corrupción y la desigualdad en la distribución de la riqueza son factores que contribuyen a este problema. Aunque el país ha experimentado un crecimiento económico significativo, este no se ha traducido en una mejora proporcional en la calidad de vida de los más vulnerables.
Es fundamental que los políticos y líderes del país adopten un enfoque más ético y responsable. En lugar de utilizar la pobreza como herramienta política, deben trabajar para implementar políticas públicas que promuevan la inclusión y el desarrollo sostenible. Esto incluye invertir en educación, crear empleos dignos y garantizar el acceso a servicios básicos para todos.
La sociedad civil también tiene un papel crucial en este proceso. A través de la movilización y la exigencia de transparencia, los ciudadanos pueden presionar a los líderes para que abandonen las prácticas populistas y se enfoquen en soluciones reales. La colaboración entre el gobierno, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado es esencial para abordar la pobreza de manera efectiva.
En conclusión, la pobreza en la República Dominicana es un problema complejo que requiere un enfoque integral y sostenible. Aunque algunos políticos han utilizado la miseria como herramienta para obtener beneficios, es posible cambiar esta realidad a través de la educación, la transparencia y el compromiso colectivo.
Es hora de que los políticos dominicanos abandonen las prácticas de migajas que perpetúan la pobreza y la dependencia. Estas acciones no solo son éticamente cuestionables, sino que también limitan el desarrollo del país y la capacidad de los ciudadanos para mejorar sus condiciones de vida.
La verdadera solución a la pobreza radica en la implementación de políticas públicas inclusivas y sostenibles que promuevan la equidad y el desarrollo. Esto requiere un compromiso genuino por parte de los líderes para priorizar el bienestar de la población sobre los intereses políticos.
Solo a través de un cambio cultural y estructural será posible construir una sociedad más justa y equitativa. Los políticos tienen la responsabilidad de liderar este cambio y demostrar que están comprometidos con el progreso y la dignidad de todos los dominicanos.
Y para el colmo, en este país, algunos comunicadores, periodistas e influencers han sido criticados por su participación en causas que perpetúan la desigualdad y la manipulación política. En lugar de utilizar sus plataformas para promover el cambio y la justicia social, algunos optan por respaldar prácticas populistas que benefician a ciertos políticos a costa de los más vulnerables. Esta actitud no solo desvirtúa el propósito de la comunicación, sino que también contribuye a mantener un sistema que explota la pobreza como herramienta de control.
La influencia que tienen estas figuras públicas es poderosa, y su responsabilidad debería ser proporcional. Cuando se alinean con intereses que perpetúan la miseria y engañan a la población, pierden credibilidad y dañan la confianza de la sociedad en los medios de comunicación. Es fundamental que los comunicadores y líderes de opinión asuman un rol más ético y comprometido, utilizando su voz para denunciar injusticias y promover soluciones reales que beneficien a todos los dominicanos.
El periodista desempeña un papel fundamental en la transformación de las sociedades al ser el puente entre la realidad y la ciudadanía. A través de la investigación y la difusión de información veraz, los periodistas iluminan problemáticas sociales, exponen injusticias y generan conciencia en la población. Su labor va más allá de informar, pues también influye en la toma de decisiones colectivas, fomenta el pensamiento crítico y contribuye al desarrollo de una sociedad más justa y transparente.
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