Personas se unan a darle el último adiós a delincuentes: un escenario que glorifica el crimen
Muchos ciudadanos han dado a entender que calificar como bueno o malo el comportamiento de una persona, es totalmente relativo, ya que los desaprensivos suelen ser héroes para ellos
Los sepelios de José Antonio Figuereo Bautista “Kiko la Quema” y Johan Fortunato Feliz “Moreno Dollar”, dos delincuentes ultimados por la Policía Nacional, han servido de escenario para que cientos de personas se unan a darle el último adiós, generando una gran polémica antes los que deciden quedarse al margen por razones particulares.
Aunque el fallecimiento de estos cause satisfacción para algunos ciudadanos por los actos delictivos que realizaban, para otros, quizás no haya sido buena idea su desaparición física y muestran su solidaridad acudiendo masivamente al velatorio y posteriormente a su entierro, siendo una práctica recurrente en los últimos años cuando de delincuentes se trata.
Uno de los más recientes fue el caso del reconocido narcotraficante “Kiko la Quema”, quien falleció en un intercambio de disparos con miembros de la policía en el municipio de Cambita Garabitos, en San Cristóbal cuando se trasladada en un vehículo.
Kiko la Quema estuvo siendo buscado por la policía durante cinco meses por integrar una banda caracterizado por cometer homicidos, robos, secuestros, sicario, microtráfico, tráfico de armas, lavados de activo, entre otros delitos.
Su muerte tomó a muchos de sorpresa en Cambita Garabitos, su sitio natal. Tanto así, que cientos de personas se apostaron en las calles enciendo velas para representar el luto que le causaría su ausencia, dando a entender que calificar como bueno o malo el comportamiento de una persona, es totalmente relativo. Por ejemplo, para estos residentes “Kiko la Quema” era un héroe y debía ser honrado.
Para su sepelio los asistentes elaboraron hasta carteles con frases alusivas al fallecido, además de que coreaban algunos dichos comunes que lo definían a la vez que lo comparaban con la influencia que tuvieron otros narcotraficantes colombianos.
Caravanas de motores y decenas de vehículos, desfilaron hasta llegar al cementerio donde reprodujeron canciones religiosas mientras la algarabía y en ocasiones, el sentimiento de tristeza se enlazó en todo el trayecto.